1/12/2015

LA REENCARNACIÓN DE AFRODITA - CAPITULO 3





3- Afrodita Vs Hera

-Perdonen -interrumpió Sean llegando como si fuese un visitante-, disculpen la molestia, ella es mi perdida hermana, la llevamos buscando hace horas, ha perdido la memoria y no sabe muy bien las cosas, pensó que esta era su casa… me la llevaré, ven, Reyna…
«Oh, pobrecilla» pensó Miranda Doupierre al ver a la chica tan desolada y triste.
-Reyna -llamó Sean-. Es hora de irnos, ven pequeña.

Reyna parecía ida del mundo mientras observaba a quienes por diecisiete años habían sido todo para ella mirarla como una extraña, dos lágrimas volvieron a brotar de sus ojos. Sean suspiró profundo y tomó a Reyna entre sus brazos como una niña y la sacó de allí, se subieron a la furgoneta en la que habían llegado para regresar a la academia.

En el trayecto Reyna apenas podía contener los sollozos, pero ver cómo su vida se destruía de la noche a la mañana por algo que aún le parecía imposible y absurdo era desconcertante y doloroso. Por su parte Sean, quien intentaba ignorarla, sentía leves estremecimientos en su interior, él había sido guardián desde su nacimiento, siempre supo todo y por eso nunca perdió nada, pero sabía lo que era una pérdida y pese a que él no era fan de Reyna, se conmovió con su dolor.

Angelina esperaba a Reyna en su cama, sabía lo que pasaría con ella, pues ya ella lo había experimentado, la repentina amnesia de su familia todavía la desconcertaba, pero ella había superado aquello como un duelo, se hizo la idea de que habían muerto.

Reyna llegó a ella casi que abatida, parecía no quedarle más lágrimas por derramar, por lo que Angelina la tomó entre sus brazos y la abrazó con fuerza, esperando transmitirle fuerza y comprensión.

-Sabías lo que pasaría… ¿verdad? -preguntó Reyna entre sollozos, Angelina asintió con una mueca de dolor- ¿Por qué no me lo dijiste?

-No me creerías, te muestras escéptica a esta situación cuando te hemos intentando convencer de mil maneras…

-Es fácil decirlo, no vivirlo… -se quejó Reyna.

-Yo lo viví, sé lo que duele… -confesó Angelina al borde de las lágrimas, al escuchar eso, Reyna se retiró de su pecho con el gesto desencajado- Yo también tuve padres, era hija única, y los perdí, los perdí cuando me dijeron «Hola, eres la reencarnación de una diosa griega llamada Artemisa»

-si es cierto… si es verdad… ¿Por qué no podemos continuar con nuestras familias? Podríamos hacer lo que se supone que debemos hacer con nuestros padres…

-Reyna -dijo Angelina negando con la cabeza-. Tener este poder es peligroso y requiere disciplina y concentración, los padres quieren que vayas a la escuela, que hagas deberes, ayudes en la casa, pasar vacaciones… Son el punto débil… El amor es la debilidad de toda persona… No puede haber un solo vínculo entre tú y alguien de esa manera… Si encontraran todo en tu casa, te reconocerían… y te asesinarían…

-Pero…

-Entiendo tus preguntas… -le interrumpió Angelina con gesto serio-; pero debes mantener la mente en este juego…Porque…
Angelina suspiró hondo intentando pensar si era seguro decirle a Reyna alguna de sus sospechas, Reyna asintió colocando toda su atención a la hermosa rubia delante de ella…

-Creo que existe una manera de recuperar a nuestras familias… Para eso hay que entrenar, cosa que llevo haciendo hace meses, pero necesito ayuda, y creo que tú eres la indicada…

Los ojos de Reyna se llenaron de luz y esperanzas… ¿De verdad había manera de recuperar a sus padres? Si era así, ella haría lo que fuese necesario…

-¿De verdad?

Angelina asintió

-Seguramente te llamarán ahora a decirte que tendrás que entrenar, harás que te intenten convencer, pero al final accederás… Tienes un poder increíble, y por medio de ti, podremos cumplir el objetivo de nuestra existencia y así recuperar a nuestras familias… ¿Qué te dijo Sean anoche?

-Me insultó -dijo Reyna secándose las lágrimas de su cara.

-¿En serio? -preguntó Angelina incrédula abriendo los ojos como platos.

-¿Por qué te sorprendes? -preguntó Ray con el ceño fruncido.

-Sean no es así, no es grosero ni violento… Es serio, pero tranquilo y cariñoso.

Reyna soltó una risita, en otro momento se hubiese carcajeado, pero la tristeza aún embargaba a su mente y corazón.

-¿Estamos hablando del mismo Sean?

-Reyna… -comenzó a hablar Angelina con una sonrisa.

-Ray, llámame Ray… -le dijo ella con la voz entrecortada, sólo sus amigos le llamaban Ray, sus padres eran los únicos que la llamaban por su nombre completo, y escucharlo era sentir una daga en su frágil corazón.
Fue entonces cuando la puerta de la gran habitación se abrió, entrando así otras chicas que se acomodaban en sus respectivas camas hasta que captaron la presencia de Reyna sentada en la cama de Angelina.

-Oh, mira… -dijo una rubia de baja estatura mirando con una ceja levantada al par de chicas que ahora se habían hecho muy buenas amigas- Así que afrodita ¿Eh? ¿En serio pierdes el glamour hasta tal punto de hacerte amiga de la insípida Angu?

El apodo tétrico que la chica le había puesto a Angelina molestó a Reyna ¿Quién era esa Barbie sin cerebro?



Katelin Hayes


-Perdona… ¿Quién eres tú? -Ray se levantó de la cama enfrentando al cúmulo de chicas que había en el recinto.

-Odio a las fuera de onda… Soy Katelin, la diosa Hera…

Ray se mordió el labio y luego lo soltó haciendo un pequeño ruido al liberarlo.

-Ya veo… ¿Qué Hera no era la diosa vengativa y celosa del olimpo? -preguntó Ray con una sonrisa malévola, a lo que Kate respondió:

-¿Y Afrodita no era la «zorra» del olimpo?

Katelin era una chica prepotente, inescrupulosa y manipuladora, capaz de cualquier cosa, muy poco lograban sorprenderle, pero esta vez, todo fue diferente, ya que la expresión vacía de Reyna la dejó perpleja, le acababa de llamar “Zorra” y aquella chica sólo había mostrado una pequeña y engreída sonrisita.

-Supongo -respondió Reyna encogiéndose de hombros-. Pero siempre conseguía lo que quería…

-Oh, yo no estaría tan segura… -replicó la joven con ironía.

-¿Ah, sí? -preguntó Reyna cuando Sean entró a la habitación caminando erguido, con los brazos musculosos balanceándose mientras se acercaba de una manera sensual al grupo de jovencitas rebeldes…

-Tienes que acompañarme -le habló con voz fría y baja a Reyna que no podía apartar los ojos de él, Katelin, al notar la mirada ardiente que Reyna le daba a Sean, decidió jugarle una pasada, que le daría una victoria momentánea.

-Hola, hermoso… -susurró hacia él, acercándose para darle un beso en los labios, Sean no se apartó pero tampoco le devolvió el beso- ¿Podemos hablar?

-En un rato, Kate -dijo él alzando su ceja momentáneamente para ver a Reyna por encima de la cabeza de Katelin-. Estoy ocupado ahora…

Entonces, con un gesto en la cabeza, le indicó a Reyna que lo siguiera quien lo miraba con el ceño fruncido, Kate le hizo un adorable puchero a Sean, que entendiendo su punto, se acercó a ella y le dio un breve beso en los labios.

-Vamos -dijo Sean tomando del brazo a Reyna, quien miró hacia atrás para ver a Angelina que con un gesto de asentimiento le indicó que todo iba bien.

En el camino hacia el gran salón donde todos los maestros y directivos de la academia en donde se encontraban, Reyna se mordía el labio pensando en cómo el beso de Katelin con Sean había sido como una puñalada a su ego, ese chico era un maldito cavernícola arrogante, pero parecía ser sólo con ella, y ya estaba empezando a cabrearle que la tratase tan mal.

Llegaron finalmente a una amplia sala con tres hombres, uno anciano, y los otros dos debían estar en los cuarenta, o eso creía Ray.

-Afrodita -dijeron en coro los hombres más jóvenes que hicieron una reverencia hacia Reyna, quien frunció el ceño y arrugó el gesto.

-¿Cómo estuvo la salida? -preguntó el anciano.

-Perturbadora… -murmuró Reyna sabiendo que la pregunta iba dirigida a Sean, no a ella.

-Sin complicaciones, mayor…

-Perfecto, como comprenderás Reyna Hatthaway… -el anciano empezó a hablar pero Reyna lo acalló con su mano.

-Haré lo que me pidan, igual ya no tengo nada… -dijo ella afligida, el plan de Angelina había sido otro, pero quería acortar el momento lo máximo posible.

El anciano asintió y con un gesto de la mano, ordenó a Sean a sacar a Reyna del recinto, Sean tomó de nuevo a Reyna del brazo para sacarla, pero eso era algo que ya estaba sacando lo peor de ella, la trataba como una prisionera y sin piedad…

Cuando llegaron al pasillo, Reyna se dio la vuelta, asegurándose de que su cabello hiciera un movimiento suave y elegante, movimiento que dejó a Sean mirando sus preciosas y lisas hebras castañas… Dios, era hermosa…

-¿Sabes algo? -preguntó ella batiendo sus pestañas, intentando poner en práctica lo que había descubierto, Sean miró los hermosos ojos de Reyna mezclarse con la mirada sensual que ella le dirigía, parecía un hechizo, un hechizo en el que él parecía estar cayendo.

-Tienes un muy, pero muy mal gusto… Esa chica es de lo más horrible y odiosa…

Sean frunció el ceño, intentando volver a pensar, pero prácticamente, estaba poseído, poseído por el deseo carnal que Reyna le producía.

-No estoy seguro de  a dónde quieres llegar… -alcanzó a pensar él entre delirios, su respiración parecía acelerarse cada vez más y la adrenalina corría como fuego por sus venas, quería poner sus manos sobre ella, y demostrarle quien mandaba allí.

-¿Por qué no me lo dices tú? -murmuró ella y mirándole a los ojos le ordenó un <<Bésame>>

Sean no estaba seguro de qué estaba sucediendo con él, prácticamente su fuerza de voluntad se había roto, pero no tenía tiempo para pensar en ello.
Así que tomó a Reyna de la cintura y puso sus labios con posesión en los de ella, con desesperación, deseo, lujuria, casi parecían salidos fuera de sí, Reyna tomó a Sean de su cabello para atraerlo hacia su cuerpo, dándole una pequeña muestra de sus pechos al apretarse contra él, parecía tener el control, hasta que Sean emitió un gemido de placer.

Y lo perdió.

Reyna escaló en el cuerpo de Sean enredando sus piernas alrededor de su cintura explorándolo lo más que podía, y las manos de él iban bajando por su cintura, intentando buscar una de las curvas más preciosas de Reyna, hasta que un grito ahogado los hizo despertar del hechizo.

-¡Sean! -gritó Kate desde la esquina del pasillo, Sean bajó a Reyna confundido mirándola de arriba abajo, preguntándose qué demonios había pasado y por qué había perdido el control de esa manera.

-Kate -casi que gruñó su nombre, luego volvió a mirar a Reyna, pero ésta vez su mirada era dura y pétrea, casi de asco- ¿Esto fue obra tuya?

-¿Disculpa? -Reyna preguntó aturdida, aún sin recuperarse del encuentro fogoso que acababan de tener-. Yo no me besé sola…

-Desde que te vi sabía que eras una zorra -dijo Kate con los dientes apretados.

De pronto, el rostro de Reyna cambió, esa mirada tierna que ella siempre mostraba se esfumó de sí, parecía ser otra… Parecía haber cambiado.

-¿Crees que Hera alguna vez superó a Afrodita?  -preguntó con cinismo Reyna a la chica quien se echó hacia atrás como si hubiese sido golpeada- Siempre seré superior y más hermosa… Yo no hice nada con él, él solito cayó encima de mí.

-¿Pero qué coño es lo que te pasa? -le preguntó Sean con voz grave y reprobatoria, algo que hizo volver a Reyna en sí… ¿Qué demonios le estaba pasando?

-Dios… -murmuró- Lo siento tanto, de verdad… No quise…

Reyna seguía totalmente confundida, por lo que se alejó de allí dejando solos a los dos, intentando pensar en la situación… Ella no era así…

¿Qué le estaba pasando?

***

Sean parecía aturdido después de calmar a Kate y volver a su habitación, eso que había pasado allí… ¿Fue porque realmente él lo deseó o ella lo manipuló?

Fue entonces cuando recordó el beso y la manera en cómo Reyna se apretaba él, los hechizos de Reyna no podrían durar más allá del momento, por lo que él estaba totalmente sobrio ahora… ¿La deseaba?

La respuesta se la dio su mismo cuerpo, sí, por supuesto, era un guardián, pero seguía siendo hombre… Y Reyna era hermosa… ¿Cómo no podría desearla? Si sacaba de él tanto…
Pero había algo que él aún no entendía de ella… Esa personalidad agresiva cuando alguien intentaba algo en contra de su poder… ¿Desde cuándo ella se volvió tan crédula para esto? Sean dudaba seriamente que la causa fuera porque había decidido simplemente “creer”.
Reyna había demostrado ternura e ingenuidad cuando la conoció, lo cual le pareció contradictorio por supuesto, Afrodita era la diosa del amor y deseo… ¡Ella debía de tener un historial inmenso!
Algo pasaba con Reyna Hatthaway…

Y él estaba dispuesto a descubrirlo…




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