1/18/2015

LA REENCARNACIÓN DE AFRODITA - CAPITULO 4




4 - Una misión del Olimpo

El despertador sonó justo a las siete de la mañana, Sean se levantó con un ligero dolor de cabeza sin saber por qué, quizá por el poco sueño que había tenido la noche anterior, tenía que comenzar con el entrenamiento de Reyna, él era su guardián después de todo, sin mencionar que el mejor,  y ella era la diosa más importante en ese momento. 
Se duchó y vistió rápidamente, bajó al comedor poco después a desayunar, y la cafetería estaba casi vacía a excepción de un par de chicas que comían en una de las mesas, lo cual era extraño, a esas horas ya debía de estar llena de adolescentes pidiendo desayuno a la señora Haart… 

Al terminar, sean se dirigió a dejar la bandeja en su lugar, donde encontró a la cocinera empacando un par de cosas.

─Disculpe, señora Haart ─preguntó Sean a la mujer─. ¿Sabe dónde están todos?

─Uh, sí… En el patio, cariño.

─Gracias ─contestó él dándose la vuelta para llegar al exterior, esta situación era demasiado extraña para la academia. 
Al llegar, Sean notó la cantidad de hombres que estaban detrás de los árboles viendo hacia el claro donde entrenaban los guardianes, intentó pasar pero el camino estaba totalmente colmado de adolescentes curiosos y por ende, cerrado.

─Muévanse, joder… ─ordenó en un tono bajito Sean.

─Hermano, este espectáculo nadie quiere perdérselo… ─se quejó uno de los chicos.

─¿De qué demonios hablas? ¡Es suficiente! ¡Se mueven y me dejan pasar, maldita sea! ─gritó Sean al sentirse casi que aplastado por la multitud de personas aglomeradas quienes al verlo y ver que se trataba del guardián de primer nivel de Reyna le abrieron un pequeño espacio, espacio que Sean finalmente pudo aprovechar para colarse y ver la causa de tanto embrollo, aunque cuando vio al fin lo que sucedía, deseó no haberlo hecho.
Reyna estaba sentada en césped estirando y de vez en cuando levantaba su trasero al aire para tomarse la punta de los pies, tenía ropa deportiva ajustada a su cuerpo, y con su larga cabellera recogida en una alta cola de caballo desenfadada, le daba un toque real y sexy con las primeras pequeñas gotas de sudor en su cuello debido al sol. Sean no pudo evitar pasar su lengua por sus labios… Era hermosa… De eso no había duda.

Por unos minutos él se quedó tonto mirando la escena, incluso se sintió tentado en sacar su teléfono y tomar una foto, pero se resistió, de igual manera, los otros chicos ya habían hecho el trabajo por él, les pediría las fotografías luego…

«¿En qué demonios crees que estás pensando?» se reprendió él mentalmente.

─¡Bueno, basta ya! ¡Se van todos de aquí! ─gritó Sean, grito que hizo girar a Reyna y percatarse de la compañía, sus mejillas se sonrojaron como nunca antes le habían visto y paró su ejercicio físico.
Los chicos empezaron a gruñir pero se retiraron a sus labores, dejando así a Reyna y Sean solos en el claro de entrenamiento.

─Lo siento, no sabía que me miraban… ─susurró ella muy bajito, repasando a Sean con la mirada, se veía guapísimo, con su ropa deportiva, pantalones de correr y una playera negra sin mangas que daba astibo de su gran cuerpo, se estremeció ligeramente, sólo le apetecía besarlo y tocar esos músculos para asegurarse que eran de verdad.

─Claro… ─masculló Sean incrédulo, Reyna le lanzó una mirada envenenada que él ignoró─. De acuerdo, empezaremos con un trote suave de quince minutos y luego un par de ejercicios… Después con algunos movimientos básicos de defensa personal… ¡Ya!
Sean dio un aplauso indicándole que empezara y ella obedeció, agradecida de tener en qué pensar y alejarse de la humanidad de Sean. 

Exactamente quince minutos más tarde, Reyna había acabado las rondas de trote y estaba sudorosa, con la respiración un poco irregular, algo que no pasó desapercibido para Sean.


─Tu estado físico es bueno, algo que demostraste saltando del tejado ayer sin hacerte daño alguno, tienes ideas de calentamiento físico… Dime… ¿Entrenabas para algo? ─preguntó Sean con los brazos cruzados.

─Soy bailarina… No profesional pero estaba en las puertas de ello…

─Eso me sugiere elasticidad… Estupendo… Se te dará bien escalar, y maniobras más complejas de las que pensaba enseñarte… ¿Puedes levantar la pierna hacia la cabeza y tocártela con la mano? ─Reyna dudó, esperaba que el movimiento que Sean le pedía era el que ella tenía en mente, levantó su pierna derecha en alto y se tomó el pie, era un movimiento básico.

Sean asintió frunciendo el ceño y con un gesto de mano le indicó que podía bajar su pierna extendida, Reyna obedeció, pero luego pensó…

─Ah, esto lo aprendí… ─dijo, se echó hacia atrás arqueándose para sostenerse con sus manos, levantar sus pies y dar una vuelta, para caer de nuevo sobre sus puntitas totalmente erguida con una sonrisa de niña dibujada en la cara, el movimiento sorprendió a Sean, pero no tanto como la ternura que reflejaban los ojos de Reyna, lo cual le hizo sonreír.

Reyna lo miró con los ojos abiertos como platos, era la primera vez que le veía sonreír de esa manera.

─Sonríe más a menudo, te queda ─le dijo ella, pero no esperó su respuesta, le dio la espalda y dio un par de pasos para quedar lejos de él unos metros, luego se volvió de nuevo.

El entrenamiento transcurrió normal, Sean no le habló mal a Reyna, pero se mostraba impasible y profesional, por su parte Ray, intentó concentrarse en su familia, si se permitía distraerse, podría no recuperarla nunca.

Finalmente ambos, exhaustos, se tumbaron en la hierba húmeda debajo de unos frondosos árboles, Sean miraba al cielo, mientras Ray sólo se preguntaba si debería decir algo o continuar con la boca cerrada… Pues bueno, Sean iba a entrenarla todos los días, lo mejor era hacerse amigos ¿No?

─Y… ─empezó a hablar ella con temblor en su voz, Sean volvió su mirada hacia Ray─ ¿Entrenas a todas las “diosas” que están aquí?
Reyna hizo las comillas con sus largos y finos dedos…

─No, sólo a ti ─respondió rápidamente Sean pero con suavidad.

─¿Por qué?

─Porque te necesitamos…

─¿Por qué? ─volvió a preguntar ella, lo cual le arrancó una sonrisa reticente a Sean.

─Preguntas demasiado… ─dijo él en tono divertido.

─Bueno, quiero saber en qué me estoy metiendo, estoy entrenando a ciegas, sin saber al peligro en el que me encuentro, necesito entender lo que sucede…

─Ya te lo explicarán los mayores luego… ─le aseguró Sean, sentándose y colocando un brazo sobre su rodilla, Reyna se dio vuelta donde se encontraba para quedar boca abajo con su cuerpo y apoyó su cabeza en el hueco de su mano.

─Yo quiero que me lo expliques tú… por favor… ─Sean entrecerró sus ojos hacia Ray.

─¿Por qué? ─preguntó.

─Preguntas demasiado ─dijo Reyna con falsa queja en su voz lo cual hizo a Sean soltar una risita, algo que encendió un calorcito interior en el corazón de Ray.

─Bien, de acuerdo, como ya te han dicho, eres la reencarnación de Afrodita ¿Recuerdas las clases de tu escuela acerca de la mitología griega? ─preguntó Sean, pero Reyna arrugó el gesto, se acordaba de un par de cosas, pero no eran suficientes─. Afrodita, es la diosa de la lujuria, la belleza, la sexualidad y la reproducción. Y como todo dios, posee la mayor parte de sus poderes como la inmortalidad. También posee algo de fuerza y cambiar su apariencia. Como diosa de la lujuria y el deseo tiene el poder característico de despertar amor sentimental y carnal en dioses y mortales. Las únicas diosas inmunes a este efecto son Atenea, Artemisa y Hestia.

»Para hacer que esto suceda, Afrodita tiene el poder mental suficiente sobre las personas, haciéndoles hacer cosas que ni imaginan… en su sano juicio, aquel chico que mandaste a  bailar con aquella chica no lo hubiese hecho jamás, porque no es su tipo, y no la quiere, pero tú lograste que lo hiciera, tienes un poder mental sobre las personas… Incluso en los dioses, excepto a las diosas que te mencioné.

»Hace poco, algo escapó del inframundo, no sabemos exactamente qué, son sombras, como las que viste ese día y querían asesinarte, están intentando eliminar a los dioses reencarnados y eso sólo puede significar que algo grande se avecina, algo que sólo ustedes pueden detener y ellos tienen que impedir que ustedes lo logren…

»Tenemos a casi todos los dioses, sólo no hemos podido encontrar a Atenea, una pieza clave, pero no hay pistas, ni huellas sobre ella, nadie sabe dónde se encuentra, y tememos que no alcancemos a encontrarla, por lo que entonces la pieza clave eres tú, tú eres la que debes hacer que las piezas claves que necesitemos para encontrarla se nos den, porque no querrán decirnos nada… 

─¿Quieres decir que estoy aquí para ayudarlos a encontrar a Atenea? ─preguntó Reyna.

─Así es… ─dijo Sean asintiendo.

─¿Y por qué estoy entrenando si sólo tengo que convencer a las personas de que nos digan lo que saben? ─pregunta Ray levantándose del suelo y sentándose recostada al tronco de un árbol.

─Porque es demasiado peligroso que no sepas defenderte, en toda batalla pueden haber sorpresas, por más preparados que vayamos contigo, si algo pasa, tienes que saber cómo enfrentarlo, sino, te matarán y todos nuestros esfuerzos por encontrar a Atenea, serán en vano.

Reyna asintió intentando digerir las palabras de Sean, ver el trabajo que tenía por delante le asustó mucho, pero le dio más sentido a su estadía en la academia, una parte de su cerebro todavía le parecía que todo eran cuentos, mitos, pero la otra parte, la que la hacía verse en el espejo, y manipular personas… Esa le decía que ella tenía una misión, y si la lograba, recuperaría a su familia.

─Gracias por decirme ─Ray parpadeó con ternura hacia Sean a quien por un momento, le recorrió un estremecimiento, por lo que sólo asintió y se obligó a apartar la vista─. ¿Qué hay de tus padres? ¿Siempre has hecho esto?

─Mis padres son guardianes, al igual que yo… No están aquí, están viajando recogiendo pistas para encontrar a Atenea, llegarán en dos meses, que son los que tenemos para entrenar, y empezar a viajar nosotros en su busca… ─Reyna asintió con un nudo en la garganta, le hubiese gustado haber nacido guardiana, tendría a sus padres consigo y ellos no tendrían que olvidarla, las lágrimas se acumularon en sus ojos, queriendo verter de ellos.

─¿Cómo llevas lo de tus padres? ─preguntó Sean sin percatarse de la reacción de Reyna, pero al sentir el silencio entre los dos, la miró instintivamente y se dio cuenta que ella luchaba por no llorar…

─Todavía no puedo creerlo, siento como si hubiesen muerto… ─hipó.

─Lo siento ─dijo Sean quien estiró su mano para tocarle la mejilla sin pensarlo, un gesto tierno que Reyna agradeció cerrando los ojos y acomodando su rostro a la mano de Sean, quien arrugó el gesto con dolor.
«Quiero creer que eres buena, quiero creerlo» Se decía Sean mentalmente mientras veía el hermoso rostro de Reyna descansar en él, que al abrir los ojos le hizo estremecer, su ternura e inocencia… Le hacía querer besarla, estrecharla entre sus brazos y perderse en ella… 
Sean retiró la mano abruptamente, lo que hizo a Reyna abrir los ojos como platos y preguntarse lo que había hecho.

─No me mires así ─gruñó Sean, volviendo a ser el mismo altanero de siempre con ella, lo cual le dolió, empezaba a pensar que era su amigo, y ahora de nuevo la rechazaba sin más… Se sentía tan sola en ese mundo…

─¿Por qué? ─preguntó ella intentando ocultar el anhelo en su voz, pero fracasó.

─Sólo no lo hagas…

Y con esa frase, Sean se levantó y la dejó allí, en el césped, preguntándose por cuánto tiempo debía seguir soportando aquello.


***

─¿Y… Cómo estuvo el entrenamiento? ─preguntó Angelina a Reyna mientras iban por el pasillo de la academia a recibir el almuerzo, Ray se encogió de hombros.

─Hubo paz…. Así que supongo que bien… ¿Qué tal tú? ─Ray cambió rápidamente de tema, no quería hablar de Sean, todavía le dolía.

─Tengo que trabajar en mi elasticidad, se me hacen difícil algunas maniobras de ataque por no poder estirar bien… ─dice Angelina haciendo un mohín…

Finalmente llegan a la cafetería donde todos hacen una gran fila para ir por su almuerzo, Angelina y Reyna toman sus respectivas bandejas y se forman para recibir el suyo sin ignorar por supuesto, que tienen a varios pares de ojos viéndolas como bichos raros fuera de lugar.

─Dime por favor que no me están viendo a mí por ser afrodita ─le dice en un susurro Reyna a Angelina.

─No te están viendo a ti por ser Afrodita ─le dice ésta también en un susurro.

─De acuerdo, ahora dime la verdad ─pide Reyna frustrada.

─De hecho te están viendo a ti, porque eres Afrodita y eres nueva.

─Joder.

Reyna intenta ignorar la mirada descarada de los chicos  cuando ellas pasan a su lado para buscar una mesa donde comer, cuando finalmente la encuentran y Reyna toma el primer bocado de su ensalada, siente su cuerpo relajarse, no había notado que llevaba mucho tiempo sin comer… 

─Oh, pero vean esta belleza que está aquí, Afrodita… Te imaginaba más fea cariño, pero verte con ese rostro frente a mí parece una fantasía ─dice un chico guapo, rubio y alto parado frente a ellas con una de sus piernas subida a la silla del lado de Reyna.

Angelina se ríe y por poco escupe el jugo que estaba tomando, por su parte Reyna se queda en shock intentando digerir las palabras del chico.

─Perdona ¿Tú eres…? ─pregunta Ray entrecerrando los ojos…



El chico resopla con una sonrisa cínica mientras mira a sus compañeros negando con la cabeza, diciéndoles que no sabe cómo es que Reyna desconoce algo que debería ser obvio.

─Mi nombre es James, bonita… 

─Oh, mucho gusto James… ─saluda ella con una sonrisa, luego vuelve su rostro hacia la comida y da otro bocado─. Está buena la ensalada ¿No crees?
Ray intenta volver a la conversación con Angelina ignorando a James pero el ego de macho del mismo lo hace ver rojo, se supone que ella debería caer rendida a sus pies, y sólo lo ignora como cualquier fantasma en el sitio.

Por su parte, Sean entra a la cafetería y lo primero que detecta es a la pandilla de chicos rodear una mesa, no había que ser un genio para saber quién estaba sentado allí.

─Oye, estoy hablando contigo… ¿Quién te crees para ignorarme? ─Reyna rueda los ojos con exasperación, esboza una sonrisa falsa y se vuelve hacia él.

─Nadie, sólo que ya te saludé… ¿Es lo que querías, no? ─le dice Reyna arqueando una ceja hacia él.

─Oh, nena… No tienes ni idea de con quién te metes… ─advirtió el joven, Reyna quien estaba a punto de perder la paciencia se encogió de hombros.

─Como sea… 

Al ver la expresión furibunda del rostro de James, Sean se acercó a la mesa de Reyna con su bandeja y la dejó en ella.

─Eh ─le dijo a James─ ¿Me permites? Es mi asiento.

Reyna levantó las cejas de modo que casi llegaban a su cuero cabelludo y Angelina sonreía con suficiencia, Sean era el guardián de Ray, y con él ahí estaba segura que James no se sobrepasaría con su ego y prepotencia.

─¿Cómo te soportas a esta frívola prepotente? ─le pregunta James a Sean escupiendo las palabras con puro asco.

─Me parece que no es asunto tuyo… ─le respondió Sean, pero Reyna a quien se le había agotado la paciencia con ese niño insolente, se paró abruptamente ante él ¿Quién se creía que era?

─¿Sabes algo? Me tienes harta, viniste a acosarme con el ego de macho estúpido que tienes, algo que simplemente no me importa, fui educada contigo, pero no pienso tolerar que me insultes como si fuera basura, porque la única basura que estoy viendo aquí, eres tú… ¿Quién demonios te crees que eres?

El chico sonrió con malicia, fue tan escalofriante su expresión que casi hizo temblar a Reyna quien se mostró segura de sí misma pese a todo.

─¿Quién soy? ─preguntó irónico el joven, entonces se cruzó de brazos y acercando la cabeza hacia ella, justo antes de que sus rostros se tocaran le dijo:

─Me presento, soy James McCourt y yo… Soy la reencarnación de Zeus…




1 comentario:

  1. Hola me gudta mucho esta historia.... Y me preguntaba cuando publicarás nuevos capitulos???

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