1/05/2015

LA REENCARNACIÓN DE AFRODITA - CAPITULO 2





¿En memoria de Reyna Hatthaway?
Habían pasado ya un par de horas y la desesperación estaba a punto de hacer a Reyna tumbar la puerta de la habitación donde Sean la había dejado, parecía uno de esos internados antiguos, ya que habían varias camas allí, el espacio era bastante grande y elegante, ella tomó la única cama que no tenía nada de accesorios encima suponiendo que estaba desocupada, se paseó por la habitación en busca de algún teléfono, pero no encontraba ninguno.
La puerta se abrió y una chica de pálida y blanca piel, ojos azules, cabello rubio y con mirada triste apareció en la entrada, miró atónita a Reyna como si fuese un espectro y luego comenzó a andar hacia ella a paso firme:
─Eres Afrodita ¿Verdad? ─dijo sentándose en la cama adyacente en la que Reyna se encontraba…
─¡No! ¿Por qué todos preguntan lo mismo? Me llamo Reyna… RE- Y- NA ─recalcó ella con suma ferocidad─ ¿Todos se han vuelto locos? La mitología griega es sólo eso… ¡Mitología!
La chica misteriosa se rió.
─¿Qué? ¿Qué es gracioso? ─preguntó Reyna irritada.
─Estás diciendo lo mismo que yo cuando llegué aquí… ─explicó la chica─ Soy Angelina…
Angelina Cruz

─¿Estás diciendo que también pasaste por esto?
─Bueno, sí ─respondió ella con una tímida sonrisa─; sólo que… yo soy Artemisa, no Afrodita.
─Tienen que estar bromeando…─ se quejó Reyna rodando los ojos con incredulidad ¿De dónde sacaban tantas cosas? ─Estoy empezando a pensar que esto es un sanatorio mental…
─Reyna… ─habló Angelina seriamente ─, en serio ¿Nunca te preguntaste de dónde es que sacas tanta belleza? ¿Cómo haces que los demás hagan exactamente lo que quieres? ¿Nunca pensaste en cómo podías hacerlo todo tan fácil?
¿Ella realmente…?
Reyna pensó por unos segundos, bueno sí, los genes Hatthaway y Doupierre nunca habían sido tan prodigiosos y sí, también veía que influía en las decisiones de todos incluso cuando hace horas casi muere pero…
─Haz la prueba… ─le reta Angelina con una sonrisa de complicidad.
─¿Qué?
─Sí, intenta que alguien haga algo por ti ¿Nunca lo has hecho antes? Seduce, es lo que llevas en tu sangre…
Bueno, se suponía, pero parecía que Sean definitivamente no caía en sus encantos…
Sean… Pensar en él le daba escalofríos a Reyna, ¿Qué demonios estaba pasando con él? Le encantaba ese aire de superioridad que él emanaba siempre que estaba a su alrededor ¿Debería pensar que era masoquista?
Reyna dudó por unos segundos mordiéndose el labio pensativa,  era la oportunidad para probar si de verdad estaba soñando o todo esto era su dura realidad… No podía ir a casa y estaba secuestrada… Casi… ¿Por qué no aprovechar y descubrir lo que sucedía?
Angelina sonrió y la tomó del brazo para salir de la habitación llevándola a un patio donde muchos estaban en una fogata hablando como locos, nadie parecía notar la presencia de Reyna allí.
─Escoge a uno y pídele algo ─le susurró Angelina, Reyna parpadeó hacia ella sintiendo un fuerte temblor en sus piernas.
─¿Qué le pido?
─Lo que sea, pero algo totalmente inusual y extraño ─respondió Angelina encogiéndose de hombros mientras le daba un breve empujoncito, Reyna respiró hondo y moviendo sus pies torpemente al principio, se dirigió  a un chico que estaba recostado a una columna.
─Hola ─ella le saludó dándole una gran sonrisa, el chico la miró parpadeando asombrado… Sí, ese era el efecto que ella  causaba…
─Ho- hola… ─respondió él nervioso. Reyna no sabía qué decir… Nunca se había puesto en esa situación porque… de por sí en su escuela la llamaban zorra (y eso que jamás había tenido siquiera un novio), y hacer algo como esto, engrandecería esa fama que ya tenía… No era muy conveniente que digamos…
─Ehh… Verás, soy Reyna Hatthaway y…
─Sí, sé quién eres ─la interrumpió él, Reyna se mordió el labio apenada con un discreto rubor mientras se balanceaba de un lado a otro intentando pensar cómo es que se había podido prestar para esto, el pobre chico apenas podía respirar, le costaba formar un pensamiento coherente.
─Sí, y… bueno… ¿Ves a esa chica? ─le preguntó señalándole a Angelina quien levantó la mano y la agitó en gesto de “hola”, lo cual ayudó para infundirle valor ─. Me dijo, que te pidiera hacer algo por mí, pero yo le dije que nunca harías nada como eso por alguien como yo… Así que me dijo que te preguntara… ¿Tú qué piensas?
Reyna dirigió todo el poder de su mirada hacia el chico quien sólo asintió.
─¿Sí? ─preguntó Reyna sin dejar de mirarlo, el chico volvió a asentir─ pues, es sólo ir allá… e invitar a esa chica a bailar en la mitad de la fogata… ¿Harías eso por mí? ─Reyna señaló con la barbilla a una chica sentada solitariamente lejos de todos.
El chico volvió a asentir y se dirigió directamente a la chica que Reyna le había asignado al azar, le dijo algo, la tomó de la mano y la llevó en la mitad de la fogata donde juntos empezaron a bailar la canción que sonaba mientras todos los veían sorprendidos, Reyna parpadeó sorprendida… ¿En serio había hecho eso? ¡Dios, era increíble!
Angelina llegó saltando hasta ella riendo.
─¿Lo ves? ¡Te lo dije! ─le dijo dándole un empujoncito en el hombro.
─¡No puedo creer que haya hecho eso! ─murmuró Reyna muy bajito.
─Ni yo ─dijo una voz ronca detrás de ella en tono reprobatorio, mierda, era Sean. ─Angelina, déjanos solos…
─Pero… ─empezó a protestar ella.
─Hazlo ─respondió él con ferocidad, Angelina asintió y salió rápidamente del área.
─¿Quién te crees? ─siseó Sean a través de sus dientes apretados acercándose peligrosamente a Reyna hasta quedar a centímetros de su rostro─ ¿Piensas que puedes jugar con la mente de los demás como un juego adolescente y hacerlos quedar en ridículo frente a todos? ¿Eh? ¡¿Con qué derecho piensas que puedes hacer eso?!
Reyna podría haberse encogido de miedo por sus palabras agresivas y despiadadas, pero la rabia emergió de ella como un volcán en llamas y decidió que usaría contra él toda su artillería pesada…
─¿Y en qué te afecta a ti lo que puedo hacer? ¿Eh? ¡Yo no elegí estar aquí! ¡No elegí nada de esto! Si tanto te afecta, entonces entierra tu maldita cabeza en un hoyo y déjame en paz…
─¿Afectarme? Generalmente me afectan personas, no basura… ─Sean escupió las palabras en su cara prácticamente, palabras que Reyna absorbió descolocada y sin entenderlas… ¿Por qué la odiaba tanto?
─Oh, perdona… ─Reyna sonrió irónicamente─ elegí mal las palabras… quise decir…
Ella se acercó a su oído y susurró:
─Si tanto te dan celos, puedes recogerlos, ¡Meterlos por tu sucio… trasero! Y dejarme en paz… Porque créeme, no quiero estar aquí ni ver tu mugrosa cara cerca… Me iré a mi casa ahora y ni tú, ni nadie va a impedírmelo…
Sean agarró el brazo de Reyna con furia.
─Tú no vas a ir a ningún lado… Y puedes guardarte tus palabras ridículas en tu sucia boca… ─dijo él mirando fijamente los labios de Reyna.
─La basura tiene una sucia boca… ─susurró Reyna intentando medir las palabras de Sean ─Ahora mira lo que puedo hacer con ella…
Reyna estampó su boca en la de Sean aprovechando para morder su labio duro y sin compasión, sacándole un gran hilo de sangre y asegurándose de que se le hinchara muchísimo…
─¡Joder! ─se quejó Sean tocándose su labio herido…
Reyna se relamió sus labios y luego sonrió…
─Y la basura también tiene filosos dientes ─siseó Reyna entre dientes─. Escúchame muy bien, cretino… No sé quién seas ni qué te propones, realmente me importa una mierda, pero la próxima vez que intentes meterte conmigo, vas a desear no haber nacido, así  que ahora, como no soporto tu asquerosa presencia me iré y tú te quedarás allí de pie como el imbécil que sabemos que eres…
Sean se quedó totalmente pasmado al escuchar a Reyna decir todo aquello… ¿Qué… demonios? ¿Realmente eso acababa de pasar? Siempre se mostró tan sumisa desde que se conocieron y ahora le insultaba así sin más… Parecía estar olvidando su lugar, y él estaba más que dispuesto a recordárselo.
Por su parte, Reyna entre más caminaba, su enfado más se disipaba y dejaba en ella un rastro de culpa, esas palabras… ¿Por qué le habían salido? Nunca había sido tan agresiva con alguien, incluso cuando la habían insultado infinidad de veces, tenía que respirar profundo, calmarse y pensar qué hacer para salir de allí…

***
─¡Joder, ya levántate, carajo! ─le gritó alguien en el oído, Sean abrió sus verdes ojos rápidamente para encontrarse con el rostro furibundo de Keanu
─¿Qué pasa, maldita sea? ─se quejó malhumorado por haber sido despertado con tan poca delicadeza.
─La chica que trajimos anoche, Afrodita… Está subida a la torre del sur para intentar saltar al otro lado y escapar, pero como que cree que es inmortal, nadie ha podido subirse para dar con ella…
Sean rodó los ojos, esa niñita ya le tenía al borde de un disgusto, no sabía bien la razón, pero desde que supo de todo este enredo de los dioses, había odiado a quien sería la representante de Afrodita, nunca descubrió un por qué, pero imaginó siempre todas y cada una de las personalidades que podría haber tenido la chica que llevara los malditos genes de la belleza, sin embargo, no pensó que la molestia llegase a ser tan aguda hasta que la vio de frente por primera vez, hermosa, inocente, pulcra… Causó estragos en él, y eso lo odió tanto como ella misma…
Se levantó con un gruñido mientras tomaba una de sus camisetas para ir a buscar a Reyna quien todavía buscaba la forma de saltarse la verja, al llegar, Sean notó la altura y las pocas probabilidades de Reyna para salir, así que sonrió, se cruzó de brazos y le habló desde abajo.
─¿Y qué? ─preguntó Sean, Reyna abrió los ojos como platos al verlo, Dios, era precioso, con el cabello negro despeinado por estar recién levantado, esos brazos musculosos cruzados, su camiseta blanca y pantalones de pijama, la cadena de esas que llevaban los militares colgando de su cuello y esa sonrisa engreída que daba para desmayarse… ─. ¿Vas a saltar o no?
─¡Vete, Sean! ─gritó Reyna mordiéndose el labio, sí, su idea había sido saltar, pero viendo bien el panorama, ya no parecía tan buen plan…
─Oh, lo haré… Pero después de que saltes… ─dijo él con burla en su voz, santo Dios, era terriblemente irritante…
Reyna echó un vistazo primero, pero pensó en dos posibilidades, la primera, que los dioses eran inmortales así que sobreviviría si era verdad, y la segunda, que si no era así, al menos había intentado escapar de su secuestro y moriría.
Era descabellado, pero se decidió porque sobreviviría y eso no significaba ser una diosa… Así que flexionó las piernas y dio un salto a la otra torre que era mucho más baja que la anterior, la caída le dio un gran dolor en sus piernas… Joder…
Intentó ponerse en pie lo más rápido posible, ahora que la altura era más baja podría saltar con mayor confianza pero unos brazos firmes la tomaron de la cintura cuando lo intentó…
Sean.
¿Cómo era que había llegado tan rápido?
─¡No!  ─Reyna protestó intentando salir del agarre de Sean, pero era una roca, casi imposible de contrarrestar─. ¡Déjame en paz!
─¿Por qué tienes que hacer las cosas tan difíciles? ¿Quieres que te maten?
─¡Es más probable que con el odio que me tienes me mates tú! ─respondió ella aún retorciéndose, Sean le dio la vuelta en sus brazos y la atrapó contra su pecho.
─¡He dicho que…! ─empezó él, pero se detuvo al ver rastro de lágrimas en los ojos de Reyna, joder, la odiaba, pero esa mirada desesperanzada y triste rompió su corazón en dos─. Cálmate… No puedes salir, si algún cazador te descubre podría matarte, y te necesitamos aquí…
─Quiero ver a mis padres… ─Ella emitió un sollozo recostando su rostro en el musculoso torso de Sean.
─Lo sé, pero no te gustará lo que verás… ─dijo Sean intentando calmarla, una extraña ternura surgió en él, tentándolo a consolar aquella chica que él pensaba odiar y que ahora le transmitía muchas más cosas…
─Necesito verlos… ─Fue entonces cuando Sean se dio cuenta, que la única manera de retener a Reyna allí segura y obligarla a entrenar, sería mostrándole lo que seguramente no le habría de gustar…

***
─Es peligroso ─El anciano mayor negaba con la cabeza cuando Sean le sugirió la idea que había pensado después de prometerle a Reyna hacer algo por ella y haberla dejado en la habitación múltiple con Angelina.
─Podemos ir varios guardianes, pero es importante que ella enfrente la realidad, ella aún no está convencida de lo que es, ¿Cómo haremos que lo crea si piensa que esto es un secuestro y que sus padres esperan por ella allí fuera?  Estamos retrasando su entrenamiento y por ende la misión.
El razonamiento de Sean era lógico, nadie podría negarlo, los miembros del consejo decidieron que era cierto y que debían de llevar a Reyna a su hogar sólo para que viera que no tenía a nadie más en el mundo que la academia en la que ella estaba ahora mismo.
Esa misma tarde, un escuadrón de siete guardianes que comandaba Sean llevaron a Reyna en una furgoneta blindada a su casa, todo parecía tranquilo, las personas caminaban por la calle, y no habían policías, ni gente, absolutamente nada fuera de lo normal…
─Hagan un perímetro y asegúrenlo, Carter y yo iremos con Reyna a la casa, los demás vigilen, estén atentos…
Salieron de la furgoneta y Reyna iba escoltada por Sean y otro guardián de cabello rubio a su lado… Demonios, casi todos eran rubios excepto Sean… ¿Era por eso que se veía tan hermoso?
Reyna descartó el pensamiento, pensar en eso no era ideal en ese preciso momento…
Tomó la llave de la puerta y abrió la cerradura, la cual emitió un “click” al aceptarla, Reyna sonrió, esa sería una de las pruebas irrefutables para que dejaran de decirle que algo fuera de lo común había aquí, aunque pensándolo bien, sus padres siempre fueron muy preocupados por su seguridad… ¿Cómo es que todo estaba tan tranquilo?
Todo parecía estar normal hasta que pasando por un gran cuadro de ella con sus padres… Algo anormal había en la pintura, su rostro, no estaba, era como si nunca hubiese estado ahí… ¿Qué demonios estaba pasando?
─¿Qué…? ─empezó Reyna perpleja,  con una voz que casi salió como un gemido de su boca, Sean reaccionó de inmediato y observó la pintura con el ceño fruncido─. La pintura, yo estaba aquí ¿Por qué no aparece mi rostro en la pintura?
─Oye… ─Sean intentó buscar las palabras más suaves para decirle a Reyna lo que sucedía─ Para ellos y el mundo, tú nunca has existido.
─¡¿Qué has dicho?! ─preguntó ella horrorizada, esas palabras la habían dejado en shock… No podía ser… Esto sólo debía ser un muy mal sueño para ella…
─Reyna, las personas con las que los dioses reencarnados nacen, son parejas que estaban destinadas a no tener hijos, de modo que, fuiste criada por ellos, pero una vez que no los necesitaste más, perdieron sus recuerdos, y todo lo que creías que era real se desvaneció… La que tú crees tu madre, sólo fue un caparazón vacío en el que reencarnaste genéticamente… nada más…
─¡No! ─chilló Reyna.
─Tienes que calmarte y asimilarlo… ─le aconsejó Sean, pero era más fácil decirlo que hacerlo, esto era casi que un golpe psicológico para ella…
─¡No! ¡No te creo! ¡Papá! ¡Mamá! ─Reyna empezó a buscar por toda la casa corriendo, abriendo puertas y viendo cada una de las fotografías en donde ella debía aparecer, revisó su habitación  y vio que sólo era un estudio, con libros y computadora… Reyna empezó a llorar, esto no podía estar pasándole a ella… Dolía demasiado ¿Cómo era posible?
 Sean suspiró y se sentó en uno de los sofás esperando a que Reyna finalmente se convenciera de su verdad, pero ella sólo sollozaba fuertemente en lo que había sido hace veinticuatro horas su cálida habitación.
Un ruido se escuchó afuera, Reyna se asomó por la ventana del segundo piso y pudo ver que era el auto de sus padres, de donde Miranda Doupierre, salía del auto con bolsas del súper acompañada de Lucas Hatthaway, su padre.
Sean se percató del ruido y al ver su causa maldijo por lo bajo y subió a toda velocidad por Reyna que en un acto de astucia, se adelantó y salió por el tejado, saltando así y cayendo en el jardín de la casa donde los esposos aún bajaban las bolsas de comida y quienes la miraron con cara de susto y asombro.
─Papá… Mamá… ─balbuceó Reyna, Lucas Hatthaway retrocedió llevándose a su mujer consigo.
─¿Cómo es que has saltado así desde el tejado de mi casa? ─preguntó el hombre, mientras que, Miranda, sólo miraba a la chica con perplejidad.
─¡Soy yo, Reyna! ─gritó, pero al querer dar un paso, Lucas volvió a retroceder intentando buscar algo con qué golpear a su invasora
─¡No te acerques! ─amenazó él, los ojos de Reyna se llenaron de lágrimas al ver chocar la realidad ante ella, sus padres, los que ella amaba tanto, no la reconocían, así que ahora, no le quedaba nada… ¡Absolutamente nada!
¿Qué podría ser de su vida ahora cuando estaba sola y sin ser recordada?
Su vida nunca fue tan complicada… hasta ahora.




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